La emergencia climática es el desafío ambiental y civilizatorio más apremiante de nuestros tiempos. No cabe duda de que hay que actuar rápido y tomar medidas efectivas tanto de mitigación como de adaptación. Si bien este fenómeno se aborda por lo general desde la ciencia, la economía, el derecho y la política, es necesario también considerar su dimensión moral y ética, con el fin de que las medidas y políticas públicas que se diseñen no vaya en desventaja de quienes menos han contribuido al problema. Desde el punto de vista ético, el cambio climático ha sido catalogado como una “perfecta tormenta moral” (Gardiner), pues en ella convergen muchos factores que se refuerzan mutuamente y que obstaculizan la habilidad de los individuos para comportarse éticamente. En esta tormenta está implicada toda la humanidad y lo viviente, pero no todos están en el mismo barco. Para navegar de forma más ética y justa esta tormenta hay que diseñar principios normativos que se ajusten a la multidimensionalidad del problema. Por un lado, estos tienen que dejar de estar enfocados solo en el presente y en el corto plazo y considerar moralmente el futuro. Por otro lado, es importante marcar diferencias entre responsabilidades históricas y distribución de las cargas para afrontarlo. Por último, la acción climática debe basarse en la evidencia científica pero, a la vez, esta debe negociarse diplomáticamente, lo que complica la división clásica entre ciencias naturales (que estudian fenómenos naturales) y ciencias humanas (que estudian fenómenos humanos y sociales). En este curso haremos un recorrido por los distintos marcos normativos que se están proponiendo en la actualidad que buscan que haya una acción colectiva pero diferenciada, que pueda responder al desafío contemporáneo. También reflexionaremos de forma transversal sobre la brecha que existe hoy en día entre argumentos morales convincentes para actuar frente al cambio climático y la falta de motivación a actuar según estos principios morales.